Domingo 2º Adviento

 "Él os bautizará con Espíritu Santo" Marcos 1, 1-8

           Me impresionan estas primeras palabras: “Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Hay en ellas una afirmación de fe, el anuncio no es de aquel discípulo o del otro, el anuncio es de Jesucristo, Hijo de Dios. ¿Cómo no saltar de gozo ante esa carta que Él escribe para mí? ¿Cómo no empapar mi alma y mi corazón con el mensaje de su vida que vino a vivir por mí?

            Estamos en Adviento, tiempo de espera y esperanza, tiempo de escucha y de deseo, tiempo de profecías y caminos.

Isaías nos anuncia un precursor, un anunciador del Mesías de Jesucristo, Hijo de Dios. Vemos también  ahora la presencia real de ese precursor, Juan, revestido con el vestido austero de la penitencia. ¿Qué sentido tuvo la figura de Juan? Preparar la llegada de Jesús, desbrozar los senderos de la incredulidad y la malicia del corazón para que se viera mejor  la luminosidad de sus pisadas, el encanto de su mirada, la fuerza de su voz.

Con Juan llegaba el agua de la purificación antigua, con Jesús llegaba el agua del Espíritu Santo. Juan gritaba para que se arrepintieran de sus pecados, Jesús vendrá a darnos el perdón total de nuestras faltas; la piel de camello tosca y dura se trocará en la túnica de la misericordia suave y entrañable.

            En estos días, Jesús, quiero preparar tu venida a mí, a la Iglesia, a la Humanidad. Intentaré allanar los montículos de soberbia que hay en mis caminos y arrojar de ellos todas las piedras y malezas de mi indolencia y falta de amor.

            Juan, ayuda con tu entusiasmo y vehemencia mi debilidad en la fe. Ayuda con la fuerza de tu testimonio la flaqueza de mi compromiso. Ayuda con la claridad de tu voz mi dureza de oído ante la Palabra. Tú escuchaste al Padre señalando a su Hijo, acércame al Jordán de su presencia para ser iluminado por la pureza del Cordero de Dios.

"Juan es la voz, Cristo, la Palabra"

San Agustín. Sermón 288,2-4.

Publicada el 10 Dec 2017