Introducción

  • Ante todas las cosas, queridísimas Hermanas, amemos a Dios y después al prójimo, porque estos son los mandamientos principales que nos han sido dados.
  • He aquí lo que mandamos que observéis quienes vivís en comunidad

CAPITULO I FIN Y FUNDAMENTO DE LA VIDA COMÚN

  • En primer término –ya que con este fin os habéis congregado en comunidad-, vivid en la casa unánimes y tened una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios.
  • Y no poseáis nada propio, sino que todo lo tengáis en común, y que el Superior distribuya a cada uno de vosotros el alimento y vestido, no igualmente a todos, porque no todos sois de la misma complexión, sino a cada uno según lo necesitare; conforme a lo que leéis en los Hechos de los Apóstoles: “Tenían todas las cosas en común y se repartía a cada uno según lo necesitaba” (Hch 4, 32.35)<
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CAPITULO II DE LA ORACIÓN

  • Perseverad en las oraciones fijadas para horas y tiempos de cada día.
  • En el oratorio nadie haga sino aquello para lo que ha sido destinado, de donde le viene el nombre; para que si acaso hubiera algunos que, teniendo tiempo, quisieran orar fuera de las horas establecidas, no se lo impida quien pensara hacer allí otra cosa.
  • Cuando oráis a Dios con salmos e himnos, que sienta el corazón lo que profiere la voz.
  • Y no deseéis cantar sino aquello que está mandado que se cante; pero lo que no está escrito para ser cantado, que no se cante.

CAPITULO III DE LA FRUGALIDAD Y MORTIFICACIÓN

  • Someted vuestra carne con ayunos y abstinencias en el comer y en el beber, según la medida en que os lo permita la salud. Pero cuando alguno no pueda ayunar, no por eso tome alimentos fuera de la hora de las comidas, a no ser que se encuentre enfermo.
  • Desde que os sentáis a la mesa hasta que os levantéis, escuchad sin ruido ni discusiones lo que según costumbre se os leyere; para que no sea sola la boca la que recibe el alimento, sino que el oído sienta también hambre de la palabra de Dios.
  • Si los débiles por su anterior régimen de vivir son tratados de manera diferente en la comida, no debe molestar a l
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CAPITULO IV DE LA GUARDA DE LA CASTIDAD Y DE LA CORRECCIÓN FRATERNA

  • Que no sea llamativo vuestro porte, ni procuréis agradar con los vestidos, sino con la conducta.
  • Cuando salgáis de casa, id juntos, cuando lleguéis adonde os dirigís, permaneced juntos.
  • Al andar, al estar parados y en todos vuestros movimientos, no hagáis nada que moleste a quienes os ven, sino lo que sea conforme con vuestra consagración.
  • Aunque vuestros ojos se encuentren con alguna mujer, no los fijéis en ninguna. Porque no se os prohíbe ver a las mujeres cuando salís de casa; lo que es pecado es desearlas o querer ser deseados de ellas. Pues no sólo con el tacto y el afecto,

CAPITULO V DEL USO DE LAS COSAS NECESARIAS Y DE SU DILIGENTE CUIDADO

  • Tened vuestros vestidos en un lugar común bajo el cuidado de uno o de dos o de cuantos fueren necesarios para sacudirlos, a fin de que no se apolillen. Y así como os alimentáis de una sola despensa, así debéis vestiros de una misma ropería. Y, a ser posible, no seáis vosotros los que decidís qué vestidos son los adecuados para usar en cada tiempo, ni si cada uno de vosotros recibe el mismo que había usado o el ya usado por otro, con tal de que no se niegue a cada uno lo que necesite. Pero si de ahí surgiesen entre vosotros disputas y murmuraciones, quejándose alguno de haber recibido algo peor de l
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CAPITULO VI DE LA PRONTA DEMANDA DEL PERDÓN Y DEL GENEROSO OLVIDO DE LAS OFENSAS

  • No haya disputas entre vosotros, o, de haberlas, terminadlas cuanto antes para que el enojo no se convierta en odio y de una paja se haga con viga, convirtiéndose el alma en homicida: pues así leéis: “El que odia a su hermano es homicida” (I Jn 3, 15).
  • Cualquiera que ofenda a otro con injuria, con ultraje o echándole en cara alguna falta, procure remediar cuanto antes el mal que ocasionó y el ofendido perdónele sin discusión. Pero si mutuamente se hubieran ofendido, mutuamente deben también perdonarse la deuda, por vuestras oraciones, que cuanto más frecuentes son, con tanta mayor sinceridad deb&

CAPITULO VII CRITERIOS DE GOBIERNO Y OBEDIENCIA

  • Obedézcase al Superior Local como a un padre, guardándole el debido respeto para que Dios no sea ofendido en él, y obedézcase aún más al Superior Mayor, que tiene el cuidado de todos vosotros.
  • Corresponde principalmente al Superior Local hacer que se observen todas estas cosas y, si alguna no lo fuere, no se transija por negligencia, sino que se cuide enmendar y corregir. Será su deber remitir al Superior Mayor, que tiene entre vosotros más autoridad, lo que exceda de su cometido o de su capacidad.
  • Ahora bien, el que os preside, que no se sienta feliz por mandar con autoridad, sino por servir con caridad
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CAPITULO VIII DE LA OBSERVANCIA DE LA REGLA

  • Que el Señor os conceda observar todo esto movidos por la caridad, como enamorados de la belleza espiritual, e inflamados por el buen olor de Cristo que emana de vuestro buen trato; no como siervos bajo la ley, sino como personas libres bajo la gracia.
  • Y para que podáis miraros en este librito como en un espejo y no descuidéis nada por olvido, léase una vez a la semana. Y si encontráis que cumplís lo que está escrito, dad gracias a Dios, dador de todos los bienes. Pero si alguno de vosotros ve que algo le falta, arrepiéntase de lo pasado, prevéngase para lo futuro, orando para que se le perdone la deuda y no