"Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis?" Juan 1, 35-42En cualquier recodo del camino de mi vida puedo encontrar, Jesús, la sorpresa de tu mirada. ¿Qué buscas? Te imagino frente a mí, has escuchado mis pasos y tu Corazón ha intuido mi presencia, por eso te vuelves y me preguntas ¿Qué quieres? ¿Es a Mí a quién buscas?...
Como aquel día te respondió el discípulo, hoy quiero responderte: “Maestro, ¿dónde moras?” Y, quiero, necesito, escuchar tu respuesta que oriente mi vida: “Ven y lo verás”.
Tímidamente, con el corazón arrebatado por la emoción, la pregunta más íntima, y con la alegría inquieta de acompañarte a algo desconocido, pero inmensamente bello, te sigo. Tú me dices “Ven y lo verás”. Estoy en camino y voy tras de Ti. Hay algo de Misterio en tu respuesta que me atrae y hay algo de seguridad en tu ofrecimiento que me lanza tras de Ti. “Ven y lo verás”.
¿Qué veré? Te manifestarás a los tuyos, yo lo sé. ¡Ser tuyo!...
“Ellos fueron, vieron y se quedaron con Él aquel día”; sin duda fue el día de la experiencia del primer encuentro. Aquel Maestro, señalado por Juan como el Cordero de Dios, les invitó a su seguimiento y ellos participaron de su Palabra, de su compañía, se sintieron llamados a su amistad y comprometidos con ella. Tendrían que volver al día siguiente y tendrían que decir a los demás: lo hemos encontrado. “Hemos encontrado al Mesías”.
¡Oh, Dios, es tan cautivadora la presencia de Jesús! Quiero dejarme envolver por su mirada, quiero dejarme transformar por su Palabra y quiero quedarme para siempre con Él a su servicio.
Y quiero también, como aquellos primeros, llenar de alegría, decir con toda la fuerza de mi corazón: “lo he encontrado, lo he encontrado; venid también todos vosotros y… lo veréis”.
"Edifiquemos y levantemos también nosotros una casa en nuestro corazón
a donde venga Él a hablar con nosotros y a enseñarnos"
San Agustín. Coment. Evang. San Juan 7, 8-10.
Publicada el 19 Jan 2018