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Todos los Santos
Mateo 5, 1-12a
"Nuestros nombres están escritos
en el Reino de los Cielos"
En la falda del Monte había mucha gente. Entre la brisa del mar y el aroma de aquellas plantas se establecía una corriente agradable para mantener la atención de los oyentes; quizá aleteaba el Espíritu preparando un ambiente propio a la escucha; parecía que todos los demás ruidos habían cesado. Aquella multitud variopinta seguía al Maestro y le pedía sus palabras como fuente de nueva vida, la Galilea era testigo de los caminos de Jesús; ahora todo esperaba.
¿Qué nos vas a decir, Jesús?... ¡Bienaventurados! Y después de enumerar los motivos de gozo que a todos desconcertaron termina afirmando: “Estad alegres y contentos”. ¿Cuándo? ¿Cuándo todos os den la espalda y vosotros entreguéis el corazón? Sí, entonces estad alegres y contentos “porque vuestra recompensa será grande en el Cielo”. Todo ha de pasar y sólo permanecerá el bien hecho y el bien vivido, el bien que puede saltar hasta la vida eterna porque arrastra en su haber el contenido que no pasará nunca, el Amor.
Hoy, día de Todos los Santos, celebramos el gozo de la Bienaventuranza definitiva, la que se empieza a vivir al pie del Monte de la vida escuchando a Jesús. Y yo me pregunto: Señor, ¿acaso no es ya bienaventuranza escuchar y quererte escuchar, escuchar y querer hacerte caso? El bienaventurado participa ya aquí de esa santidad que le hace sentirse feliz, aunque todo vaya en contra; mejor, porque todo le va en contra como a su Señor. El santo sabe transformar la pobreza en riqueza, la injuria en alabanza, la mano hiriente en brazo amigo, el odio en amor, la persecución en descanso, la injusticia en caridad, la sospecha en mirada limpia, la guerra en paz… Por eso ya tienen la recompensa, esa recompensa se llama Jesús. Y Jesús empieza a ser su Cielo en la tierra y a llenar de cielo su vida de cada día, y ese cada día es ya eternidad.
Hay muchos santos en voz alta pero hay muchos también en voz baja; cantaron para su Rey, aunque algunos no entendieran su melodía. Pero Él les había dicho: “Alegraos…”. Él les había asegurado que sus nombres estarían escritos en el Reino y por eso caminaban seguros. ¡Cómo deseamos prolongar esa larga lista de nombres grabados en el mismo Corazón de Dios, grabados en su proyecto de amor y sentidos en ese Divino Corazón como algo precioso, como pertenencia suya para siempre!
¡Jesús, mi Dios, tu predilección es mi elección!
"Premio de la fe es la visión y es la fe la que purifica los corazones
y hace alcanzar esta recompensa"
San Agustín. Trinidad L I, 8
Publicada el 01 Nov 2017