Solemnidad de la Inmaculada

 "Me llamarán bienaventurada todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí". Lucas 1, 26-38

 

Hubo una mujer que se llamó María y para Ella el Espíritu de Dios se hizo Sombra de gracia y de milagro.

Hubo una mujer que se llamó María y para Ella se abrió el Cielo  con un canto de alabanza: “Dios te Salve María…”.

 

Así, sencillamente, vivió María el proyecto de Dios,

Él la había soñado Madre y todo En Ella se dirigía a este sueño: su concepción limpia, sus pasos de niña, su fidelidad de todas las horas.

Porque la santidad no está hecha de milagros, ni de acontecimientos extraños que hacen demasiado ruido.

La santidad es un tejido vivido al hilo de una ilusión ingenua, de un amor siempre verdecido, de una esperanza colgada de una estrella.

La santidad está hecha de dolores y gozos, de trabajos y anhelos, de esfuerzos amasados en las manos de todos los amigos.

“La santidad es el adorno de tus fieles” dice el Salmista al Dios tres veces Santo. Así es y fue en todos los siglos. Fiel es quien ama por encima del odio o de la indiferencia, quien cree por encima del miedo o de la duda, quien sabe esperar contra toda esa angustia de desesperanza que acosa en los caminos de los hombres.

Y, después de todo, vivir en la paz del deber cumplido, del paso hacia delante, del corazón abierto: eso es la santidad, el adorno del alma. Y, al final, ir a Dios llevando muchas flores; tantas que el cielo se vuelva primavera…

 

María, Madre, Santificada por Dios desde la aurora de los tiempos y en el contacto íntimo de su presencia de Hijo en tus entrañas, haznos comprender el secreto de una vida sencilla donde todo nos hable del Amor, porque en Él vivamos.

Enséñanos que el cumplimiento fiel de nuestros deberes atrae la mirada de Dios sobre nuestra vida y la santifica.

Madre, danos cada día a Jesús, fuente de la verdadera santidad.  Tú que fuiste el primer Sagrario del mundo, repártenos su Cuerpo y su Sangre, salvación y vida del mundo. Necesitamos ese Cuerpo y esa Sangre para ser purificados, para conquistar la pureza del corazón, para que la limpieza del alma inunde todo nuestro pensar y querer.

¡Inmaculada y Virgen, integridad sin mancha, pan ácimo para la ofrenda permanente de tu Dios! ¡Gracias por Ti al Señor!

"En María la virginidad dio a luz a Cristo"

San Agustín. Sermón 192,2 ,2



Publicada el 07 Dec 2017

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